La tragedia de Once con 51 muertos y más de 700 heridos fue la postal que mostró cuál es la realidad del sistema ferroviario argentino. Años de desinversión y falta de control del Estado pusieron en jaque a uno de los sistemas de transporte más importantes e irremplazables que necesita el Estado. Fue así que el Gobierno se vio obligado a tomar el control de este servicio. Hoy, a casi un año de la tragedia de la estación de Once, la Justicia resolvió procesar a los implicados.
Varios de ellos exfuncionarios. Bien por la medida, pero la realidad muestra que las cosas no cambiaron demasiado en este último año. Las provincias continúan sumergidas en una crisis de transporte que les hace imposible llegar a los mercados comerciales. En las ciudades en las que el transporte de pasajeros es primordial, la gente sigue viajando en máquinas viejas, sin mantenimiento y hacinada al punto de llevar medio cuerpo por las ventanillas.
Las cifras oficiales así lo demuestran. Solo en 2012, en las vías murieron 3.300 personas. Alrededor de 2.600 fueron suicidios; las 700 restantes, muertes ocasionadas por las formaciones o por las deficientes instalaciones que tiene la traza ferroviaria argentina, revela un detallado informe oficial realizado por la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT), que fue elaborado a mediados de 2012. Desde 2004 a julio de 2012 el sistema ferroviario registró 25.000 accidentes y se contabilizaron 3.300 fallecidas.
Desde el Gobierno nacional, el ministro de Transporte -llegado al cargo luego de la tragedia de Once- Florencio Randazzo reconoce que se necesita invertir. El ramal Roca, el San Martín y el Belgrano Sur recibieron $1.400 millones en 2012.
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