El primer ferrocarril nace oficialmente el 12 de Enero de 1854,
fecha de la ley provincial que acuerda a un grupo de ciudadanos porteños la
concesión para construir una línea ferroviaria desde la Ciudad de
Buenos Aires hacia el Oeste indefinidamente.
El acto de
concesión se celebra el 25 de Febrero de 1854 y lleva las firmas del gobernador
Pastor Obligado y de los principales integrantes de la "Sociedad del
Camino Ferrocarril al Oeste", casi todos los comerciantes de la ciudad:
Felipe Lavallol, Francisco Balbin, E. Laurroude, Mariano Miró, Daniel Gowland,
Manuel J. de Guerrico, Norberto de la Riestra, Adolfo van Praet, Esteban Ramos
y Vicente Basavilvaso.
La historia de
este ferrocarril alienta, sorprende y exaspera. Alienta por que la suma de esfuerzos
ordenados que se suman a favor de un proyecto nacional hace reflexionar que
cuando estamos unidos y aprovechamos todas nuestras fuerzas este país se hace
grande. Sorprende porque hace casi 160, los argentinos al servicio de un
proyecto en común generan una empresa pública basada en una tecnología de punta
para su momento. Se puede decir que el Ferrocarril del Oeste fue el primer éxito
tecnológico y administrativo de la nación. Después vinieron Y.P.F. y Aerolíneas
Argentinas. Y exaspera, porque la entrega de los servicios que este prestaba al
imperio británico por chaucha y palito,
sometió a la nación entera en una dominación económica – que a mi entender todavía
no salió-.
En el invierno de 1854, se presentan los planos de la línea. La
primera estación se establece en el Parque (actual Plaza Vaticano – al lado del
Teatro Colon). Para evitar las expropiaciones de tierra, el trazado recorre la
calle Lavalle, seguían Callao, Corrientes, Pueyrredon hasta la actual Plaza
Misererre, y de ahí con el trazado que aun se mantiene rumbo a Flores.
Financieramente, la compañía tiene un capital bastante escaso. Las acciones
fueron suscriptas sin mayores dificultades, pero los suscriptores no cumplen
sus compromisos y en los primeros tiempos el capital de que disponen es apenas
de 1.800.000 pesos monena corriente, o sea, 72.000 pesos fuertes.
Este mismo año, la concesión solicita que se exima la obligación de
arrastrar sus convoyes con maquinas a vapor. Si bien se opta por el caballo,
este es a fin a sus efectos económicos. El verdadero motivo de esta medida era
la imposibilidad de adquirir maquinas a vapor en el extranjero. Si bien esta
era una compañía nueva y en Europa comenzaron los ferrocarriles con la tracción
a sangre, para 1854 las locomotoras a vapor en Sudamérica, eran como los transbordadores
espaciales de ahora.
La provincia exonera de la obligación el 6 de Octubre de 1854,
pero la condiciona a emplear maquinarias de punta, cuando allá otra
concesionaria que la emplee en la misma dirección que esta.
Esta victoria legal es una mal indicio. El espíritu de los ricos
de Buenos Aires no es emprendedor. El ferrocarril es un negocio nuevo que no
los tienta. El Ferrocarril del Oeste no tiene garantía fiscal de ganancia mínima,
como los ferrocarriles ingleses que se establecerán después. El Ferrocarril del
Oeste, tiene como expectativa las ganancias que se produzcan solo por sus
actividades.
Sin embargo son los comerciantes ingleses que tal vez influyen en
el gobierno provincial a ayudar al Ferrocarril del Oeste, ya que se necesitan rieles,
puentes, durmientes, locomotoras, vagones que Inglaterra necesita importar,
dejando jugosas ganancias.
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