En 1855 los dirigentes de la compañía contratan en Europa al
Ingeniero Guillermo Bragge y a 160 trabajadores expertos en estos trabajos. Se procedía
así con un criterio sensato que no se volvería a repetir a lo largo de la
historia argentina. Se contrataban técnicos para que enseñaran y dirigieran
construcciones que se irían capitalizando a favor del país. Después grandes negociadores argentinos hicieron
totalmente al revés, trabajadores argentinos trazaban y construían rieles, el
estado argentino tomaba el riesgo y los ingleses se capitalizaban.
Durante los años 1855 y 1856 la obra avanzaba, a pesar de todas
las dificultades financieras. A esto hay que sumarle la oposición natural de
los que veían al ferrocarril como un competidor (carreros, troperos, fleteros).
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