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sábado, 17 de marzo de 2012

Aunque había sombras en el político, el ferrocarril seguia floreciendo.

Para 1865, el país entraba en la Guerra de la Triple Alianza, pero el ferrocarril tenia vida propia. Aumentaba sus ingresos y sus utilidades proporcionalmente aumentaba la extensión de sus vías. La cuenta de trafico aumentaba como una cuenta pluvial de un río. Cuanto mayor el numero de efluentes y la superficie de influencia mayor es el caudal de mercaderías y la de trafico que por sus vías circula.

El 1º de Marzo de 1865 se inaugura el acceso a Mercedes y una ley del 28 de noviembre de 1865 ordena que la prolongación a Chivilcoy, que se presupone costara 25.000.000 de pesos papel (un millón de pesos fuerte), se costee con el producido de la venta de tierras publicas en esa región, y que, mientras tanto, el Banco de la Provincia de Buenos Aires adelante al Ferrocarril del Oeste un crédito de hasta 12.000.000 de pesos papel, que el ferrocarril, con garantía de la Provincia, ira saldando con los productos del mismo camino. Todavía el predominio británico, ya potencia mundial, no se ha infiltrado en el organismo estatal y el buen criterio sigue dominando en la organización financiera.

El desaliento inicial se desvanece y al Ferrocarril lo sonríe el éxito. Su trafico comienza a dejar ganancias apreciables. 

En los directores, el afán de autosuperación, satisfacción de la obra, de juventud, tiran abajo grandes bibliotecas de propaganda pro-inglesa, era la capacidad propia de los argentinos. Es un estado de autocongratulación muy parecido al que durante años vivió Y.P.F. o Aerolíneas Argentinas.  


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