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martes, 7 de agosto de 2012

Argentina sienta en el banquillo al ‘matonismo’ sindical.


Lionel Messi se fotografió el año pasado con una camiseta de la selección argentina que llevaba el número diez, pero no su nombre sino el de Mariano Ferreyra, un militante del trotkista Partido Obrero (PO) que fue asesinado en 2010 por integrantes del sindicato Unión Ferroviaria, dominado por el peronismo. Este lunes ha comenzado el juicio contra los 17 presuntos responsables del crimen, encabezados por José Pedraza, el hombre que lidera desde hace 18 años a los empleados de trenes y que curiosamente ha incursionado también en actividades empresarias que lo han llevado a residir en el barrio más caro de Buenos Aires, Puerto Madero. No se trata de un proceso judicial más sino del primero en que un jerarca sindical se siente en el banquillo para responder por uno más de la serie de episodios violentos que han manchado la historia del sindicalismo argentino. "Esperamos que la justicia tome nota de la condena social a sindicalismo empresario", dijo este lunes el hermano de Ferreyra, Pablo.
Cada tantos meses suelen aparecer noticias en Argentina de episodios en los que algunos militantes sindicales empuñan armas de fuego, en general en enfrentamientos con otros que carecen de ellas. En 2010 se registraron 39 hechos violentos en el ámbito sindical, aunque bajaron a nueve en 2011, según el Centro de Estudios Nueva Mayoría. No es nueva la historia de la violencia gremial en este país, el de mayor porcentaje de afiliados a sindicatos de toda Latinoamérica (32% de los trabajadores). “En la Argentina de la década del 60 el movimiento sindical desarrolló fuertes luchas de resistencia que intentaron ser asfixiadas mediante la cooptación de parte de las conducciones”, recuerda el líder de la rama kirchnerista de la Central de Trabajadores de Argentina (CTA), Hugo Yasky. “Se hizo un movimiento de pinzas entre las cúpulas patronales y sindicales para marcar a dirigentes y activistas tildándolos de comunistas y subversivos”, relata Yasky. Desde la irrupción de Juan Domingo Perón en la vida política argentina en los 40, la mayoría de los sindicatos se hizo peronista, pero a partir de los 60 también éstos se dividieron entre los derechistas e izquierdistas. Algunos sindicalistas apoyaron la dictadura militar de 1966-1973 y otros muchos, en especial los jerarcas de la peronista y poderosa Confederación General del Trabajo (CGT), respaldaron al Gobierno de su correligionario Carlos Menem pese a la flexibilización laboral, los ajustes fiscales y los despidos que conllevaron las privatizaciones.
“Hoy todavía esas prácticas violentas suelen darse, aunque aisladamente, y por eso es tan importante que la justicia haya podido ir a fondo en procesamiento de autores materiales e intelectuales del crimen de Ferreyra”, opina el dirigente de la CTA. “Son rémoras de un pasado autoritario. Son sindicalistas que asumen las formas de vida de los empresarios. Ese sindicalismo fue duramente cuestionado hacia fines de los 90. Cuando la gente gritaba "que se vayan todos" en la crisis de 2002, no se circunscribía a los referentes políticos sino también a los sindicales”, concluye Yasky.
Más allá del veredicto del juicio de Ferreyra, el ferroviario Pedraza es un exponente de esa clase de dirigente sindical que ha sabido asumir el papel de empresario en compañías públicas de ferrocarriles y en otras en las que éstas tercerizaban servicios. Precisamente, el militante trotskista trabajaba en una firma tercerizada de trenes, con menos beneficios laborales que un empleado ferroviario. Ferreyra y sus compañeros del PO querían dejar de ser obreros tercerizados, pero a Pedraza no le convenía porque le supondría una oposición interna en su sindicato y la disolución de empresas que parientes y amigos de él controlaban. El 20 de octubre de 2010, los trotkistas organizaron primero un corte de vías para interrumpir el servicio de un tren de cercanías y después se reunieron en asamblea. Entonces irrumpieron armados los militantes de la Unión Ferroviaria, mataron a Ferreyra e hirieron a otros tres de sus pares. Ocho presuntos agresores, incluidos dos integrantes de barras bravas del fútbol, se sentaron este lunes en el banquillo de los acusados, al igual que los dos supuestos autores intelectuales de los delitos, Pedraza y quien lo secunda en el sindicato. También están acusados por complicidad siete policías, seis de ellos de alto rango, por mantenerse deliberadamente al margen del enfrentamiento y permitir las agresiones.

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